El avenir de las criptomonedas, y los servicios financieros descentralizados (DeFi) nos llama a reflexionar en el símbolo más ubicuo que existe, uno compartido por todas las naciones: el dinero.
¿Y porque hablar sobre el dinero ahora? Esta semana, The Economist publicó en su editorial un artículo que habla sobre las tres tendencias que están revolucionando el mundo de las finanzas.
- DeFi, y criptomonedas
- Plataformas de tecnología
- Y GovCurrencies o monedas digitales lanzadas por el gobierno.
Estas tendencias están acelerando el proceso que comenzó con la creación de tarjetas de crédito y débito, o sea la desaparición de monedas y billetes físicos.
En vastas regiones del mundo el dinero está desapareciendo. En el país donde me encuentro, Brasil, cualquier vendedor ambulante aceptará felizmente tu tarjeta, o incluso, una transferencia hecha en línea. Basta escanear un código QR con tu celular (nuestra mano biótica), y la transacción será completada.
En países como Suecia el dinero es una raridad. Tal es la magnitud del cambio que existe un verbo en este país para transacciones virtuales de dinero, Swisha. Incluso los vagabundos (y sí, hay varios en Suecia), tienen cuentas online.
Los métodos digitales para pagar las facturas, o ayudar a los mendigos, continúan siendo, en su gran mayoría, a través de tarjetas emitidas por bancos, sin embargo con la llegada de las criptomonedas ahora tenemos nuevas formas de efectuar este tipo de transacciones.
Y entonces, ¿Qué es exactamente lo que está cambiando? ¿De qué es de lo que nos estamos despidiendo?
Una breve historia sobre el dinero
Hace mucho tiempo, en un mundo un tanto diferente al que vivimos, las personas intercambiaban bienes y servicios por otros bienes y servicios. Dentro de las tribus nómadas el trabajo era compartido y los beneficios distribuidos de manera jerárquica, aunque infinitamente más igualitaria que hoy en día.
Intercambios de bienes y servicios eran realizados con otras tribus, en lugares específicos, a veces sagrados. Vestigios de mercados prehistóricos se han encontrado en España, que se remontan a 10,000 años atrás, hay incluso otros más antiguos en regiones cerca de Turquía y la costa norte de África.
Estos trueques eran la manera más simple de obtener los recursos suficientes para nuestra sobrevivencia y la evolución de las sociedades proto-modernas.
Durante esta evolución – en el auge de las sociedades sedentarias, – llevar la cuenta de lo que era intercambiado, las deudas y los impuestos que se debían pagar era una tarea monumental.
La infancia del dinero
Debido a este trabajo herculino, y a nuestra inventiva naturaleza, creamos maneras de formalizar las deudas y los impuestos ¿Cómo? Creando representaciones físicas de estas deudas. Las primeras formas de dinero eran de la más rica variedad. Entre ellas se encontraban conchas, plumas, semillas, especies, dientes de ballenas y ¡hasta rocas!

En micronesia aún existen algunos grupos de personas que usan rocas gigantes llamadas Rai como dinero. Estas rocas llegan a tener tamaños monumentales, por lo que muchas veces se quedan en sus lugares respectivos, y solo queda en escrito el nombre del dueño de tal mineral.
Con el pasar de los tiempos las sociedades con mayor desarrollo tecnológico comenzaron a usar monedas hechas con minerales preciosos. Debido a su rareza, portabilidad y a nuestra creencia en el valor intrínseco de estas piedras, esta forma de dinero fue usada en los primeros imperios, facilitando la estandarización de métodos de compra y venta para bienes y servicios.
El poder de la promesa
Ahora, una de las desventajas de las monedas es su peso y volumen, especialmente cuando se acumulan – ¿quién nunca se incomodó con el peso de las monedas dentro de los bolsillos?–. Para evitar este inconveniente, la antigua China comenzó a usar papeles de deuda (pagarés o IOUs), y así nació lo que conocemos como billetes: promesas de pago.
Los países europeos tardaron en adoptar esta práctica. El primer país en implementarla de manera exitosa fue Italia. Donde los comerciantes afluentes emitían pagarés a los compradores.
Estos pagares eran más seguros que cargar grandes cantidades de monedas. Los comerciantes a su vez no pagaban directamente estos pagarés, sino, usaban los bancos localizados en las ciudades. Estos cobraban una pequeña tasa y entregaban la cantidad escrita en los billetes.
El tour Europeo
Si bien los italianos fueron los primeros europeos en seguir esta tendencia, los británicos la perfeccionaron. En el siglo XVII, Carlos I (rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda) decidió, sin consultar al parlamento británico, tomar el dinero de los cofres públicos y ofrecer pagarés en cambio.
Su reinado era tan impopular, y la confianza en estos IOUs tan baja, que, después de haber sido decapitado los orfebres se reunieron con los comerciantes y llegaron a un acuerdo.
Los orfebres rentarían sus bóvedas a los comerciantes por una pequeña tasa. Al mismo tiempo, ellos podían pagar pequeñas sumas a los comerciantes por el derecho de prestar su oro; los orfebres se convirtieron en banqueros.
Al recibir las fortunas de los comerciantes los orfebres emitían pequeños recibos por el dinero que era depositado. A diferencia de los pagarés tradicionales estos recibos podían ser pagados al portador. Esto las convirtió en candidatos ideales para usarse como substitutos de monedas en las compras del día a día.
Pronto esta moda se divulgó por las ciudades Inglesas. Los orfebres se vieron en la necesidad de crear notas cada vez más pequeñas, personas en las calles usaban estas notas para comprar y vender; depósitos de oro y plata llenaron las bóvedas de los orfebres. Fue entonces cuando surgió otra nueva idea.
Estos bancos llegaron a la conclusión de que siempre y cuando los depositadores no pidieran todo su dinero de una sola vez, ellos podían dar préstamos de cantidades mayores a las fortunas que mantenían en sus bóvedas… les presentamos la Banca de reserva fraccionada.
Exportando al mundo entero
En los próximos siglos está práctica se expandió al mundo entero, el comercio se globalizó, y otros problemas surgieron, como los cambios de monedas entre países y la seguridad de estas transacciones.
Para solucionar estos problemas, en 1944 varios países se reunieron para firmar el llamado Acuerdo de Bretton Woods, donde se establecieron reglas para el intercambio de monedas, y se crearon instituciones financieras como el IMF y el prototipo del Banco Mundial.
Este acuerdo equiparaba el dólar al valor del oro. De esta forma los billetes serían respaldados por un objeto físico. Sin embargo apenas tres décadas después, los EEUU pusieron fin, unilateralmente, a la convertibilidad del dólar estadounidense en oro. Otros países imitarían esta práctica en los próximos años.

Dinero y criptomonedas: In Money We Trust
Ahora que sabemos un poco sobre su historia, hablemos sobre su transformación.
Debe quedar claro que el dinero es deuda; un pagaré, es creer en la expectativa de que existen bienes o instituciones que abalan por esta promesa de pago. Hasta la década de los 70s esta promesa tenía un seguro: reservas de oro y plata, pero hace 50 años esto cambio.
Cuando EEUU decidió dejar el sistema de Bretton, el dinero se convirtió en fiat money, o sea, dinero que no es respaldado por reservas de plata y oro. Dinero fiat (también llamado dinero por decreto) es una promesa del gobierno, un aval, es confianza en otro invento de nuestra imaginación, las naciones y el Estado.
Dejar el dólar fluctuar trae varios beneficios, el valor del dólar ahora puede reflejar los bienes y servicios producidos en un país, estos son relativamente ‘infinitos’ en contraste con el oro.
Warren Buffett, uno de los inversores más ricos del mundo, dice que la cantidad total de oro en el mundo podría caber en un cubo con lados de solo 20 metros. En cambio, la tecnología y servicios tienen un potencial mucho mayor. Por desgracia esto también genera problemas con un potencial mayor.
Dinero y criptomonedas: el feo, el malo y…
Los países son los primeros actores en este juego imaginario; el segundo es la banca.
Pero este texto no es sobre la banca, es sobre el dinero. Entonces volvamos al asunto del dinero por decreto. Los Estados pueden imprimir dinero, ese dinero se respalda por la confianza en los gobiernos así como el impuesto de los contribuyentes, quienes crean riqueza verdadera.
¿Y los bancos? Los bancos como tal no pueden imprimir dinero, al menos no físicamente.
Sabemos que en Inglaterra nació entonces la Banca de Reserva Fraccionada. Esta práctica era relativamente modesta, los gobiernos imponían límites a su uso.
Al deshacerse el acuerdo de Bretton Woord, las reglas establecidas se esfumaran. Los bancos crearon nuevas formas de crear crédito, que para todos los fines, funciona igual que el dinero.

La palabra crédito, viene del latín credere, o sea, creer; algo en lo que se confía: fe. Fue con fe que los bancos, a partir de la desregularización de la década de los 70 y 80 empezaron a dar créditos.
Los gobiernos pedían a estas instituciones financieras cada vez menos reservas de dinero en sus cofres. O sea, el banco ahora podía prestar un millón de pesos teniendo solamente mil. Convirtiéndose, efectivamente, en un creador de dinero.
De ahí que tenemos entonces dos tipos de dinero. El dinero fiat del gobierno, como deuda pública; y el dinero virtual de los bancos, la deuda de consumidores. Mientras que la deuda pública se financia por los impuestos a los bienes y servicios que los ciudadanos creamos, los bancos se mantienen por las promesas de los titulares de cuenta, e incluso por promesas y deudas de otros bancos. O sea, fe, expectativas y mentiras.
El gobierno no podía crear “crédito”, pero los bancos sí. Esto hace con que los bancos sean monopolios de dinero virtual. Esto fue así hasta que llegó un tercer actor: las criptomonedas.
Dinero y criptomonedas: ¿El Bueno?
Antes de hablar sobre las criptomonedas veamos brevemente la tecnología que permitió su génesis.
En un comienzo los bancos usaron la tecnología del papel impreso para llevar a cabo sus cuentas y balances. Al pasar del tiempo estas cuentas se guardaron de manera digital. La explosión del mundo computacional permitió transferir la información de las transacciones a servidores centrales.
Siendo que el dinero virtual creado por las instituciones financieras es deuda, los bancos crearon complejas herramientas que enmascaraban las identidades de los deudores. Un banco puede poner en paquetes deudas de empresas, personas e inclusive otros bancos. No hay pecador, solo pecado.
Además, al tener concentrado la información en servidores específicos el dinero virtual es vulnerable a atacas de hackers, a fraudes y a banqueros corruptos. Al final de todo la banca depende mucho de intervención humana.
Es ahí donde llega un nuevo actor: las criptomonedas. El dinero de estas es el mismo que el de los bancos, dinero virtual. Pero lo que las hace únicas y revolucionarias es la tecnología que las respalda: blockchain.
Blockchain
Blockchain, o tecnología de cadena de bloques,
“es un sistema que permite rastrear el envío y recibo de algunos tipos de información a través de Internet. Estos son fragmentos de código generados online que llevan información conectada entre sí, como bloques de datos que forman una cadena, de ahí el nombre.”
Cada uno de estos bloques tiene el registro individual de las transacciones efectuadas. O sea, debido a que cada bloque tiene una ‘copia’, es prácticamente imposible corromperlo. Si un bloque presenta un fraude, los otros miles de bloques detectarán esta anomalía.
No existe pues servidor individual, cada aparato tecnológico puede en si tener una copia de estos algoritmos, de manera descentralizada, transparente y segura. No requiere de ningún banco o gobierno para funcionar. Y su valor está formado por la misma característica que el crédito: confianza.
El valor del crédito y de las monedas, como ya hemos dicho, se basa en la confianza entre las naciones, y los sistemas financieros creados por ellas. Un tipo de Catch-21. Ahora, la disruptiva tecnología de las criptomonedas depende de los compradores. Somos nosotros quienes a través de su uso le damos valor, vox populi.
Eso explica porque las instituciones financieras tradicionales critican y se alarman por esta nueva tecnología. Ya que las dos parten del mismo principio, fe en un número virtual, fe en una institución; fe en la muerte de las monedas físicas.
Pero esta tecnología es superior a los bancos en algunos aspectos como: menos cargos por transacción, mayor transparencia, y más democracia. Aunque al fin de cuentas continua siendo una alucinación colectiva, como decía el periódico satírico, The Onion.
El poder verdadero
Hay una última diferencia, una nota de pie de página, un gran asterisco en este avancé tecnológico, el cuarto actor: el monopolio del derecho a usar violencia.

El Estado es por ley el único actor con el derecho de colocarnos en prisión, de agredirnos, e incluso de agredir a otros. Ya sea una agresión física, o de confinamiento. Esa es la grande ventaja que tiene sobre los otros dos actores.
Al fin de cuentas, si compraras una casa legalmente usando crédito o dinero y alguien la invade, ni los bancos, ni las empresas de tecnología podrían desalojar a los ocupantes.
Esta es la otra diferencia. El estado promete pagar su deuda y lastimar a aquellos quienes no quieran pagar sus deudas al estado. Nosotros creemos en esta amenaza y por lo tanto, o intentamos evadir contribuir con el estado de manera ilegal, o contribuimos, aún sin desearlo.
Cabe mencionar que hoy en día vivimos en un mundo inmerso en tecnología, desde que nos levantamos hasta la hora de posar nuestras cabezas en la almohada. La violencia física no es la única forma de disuasión. Talvez en un futuro existan otras formas de persuación que puedan ser usadas por otros actores, como las empresas de DeFi.
Dinero fiat, crédito, criptomonedas son una promesa, una ilusión simbólica, un sistema basado en una idea colectiva. Era de esperarse. El ser humano depende de símbolos, y pocos son tan fuertes como el dinero.
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